El volumen de lluvias de los últimos meses tendrá un efecto positivo en nuestras zonas olivareras. Por un lado, permitirá un ahorro de agua y de costes de producción en el olivar de regadío y por otro mejorará la producción del olivar de secano.
Olivar de secano
En las zonas de secano, las lluvias han sido mayormente beneficiosas, aliviando la sequía que afectaba a los cultivos leñosos como el olivo. Estas precipitaciones han mejorado la humedad del suelo, favoreciendo la brotación, lo que podría traducirse en una mejor cosecha si las condiciones se mantienen estables.
Olivar de regadío
En las zonas de regadío, donde el control del agua es más preciso, las lluvias han contribuido a recargar los acuíferos y embalses, lo que es positivo para la sostenibilidad del riego (gran preocupación de los últimos años en la que se ha dado una sobreexplotación de los recursos hídricos ante la falta de lluvia y expansión del regadío).
Posibles Consecuencias Negativas:
A pesar de estos efectos positivos, un exceso de agua, puede dar lugar a algunas consecuencias negativas en zonas de vega… En algunos casos se están produciendo problemas como la asfixia radicular. En los últimos años, nos hemos despreocupado por el drenado del suelo y este exceso de humedad está debilitando los árboles y haciéndolos más susceptibles a enfermedades.
Es fundamental que los agricultores monitoricen las condiciones de sus olivares y adopten prácticas de manejo adecuadas para evitar problemas derivados del exceso de humedad, como enfermedades fúngicas o asfixia radicular.
La planificación y el uso eficiente del agua serán clave para mitigar los riesgos asociados a las lluvias intensas y garantizar la salud y productividad de nuestro olivar.
