A partir de septiembre empieza un momento clave en el olivar: se entra en el tramo final del ciclo vegetativo y se prepara la recolección. Las labores que se realicen de aquí en adelante influyen de manera directa en la cantidad y calidad del aceite.
Manejo del suelo
Control de malas hierbas: evitar competencia por agua y nutrientes. Puede hacerse con laboreo superficial o cubiertas vegetales manejadas (segadas, no arrancadas).
Labores ligeras si el terreno es muy compacto, para favorecer infiltración de agua de lluvia.
Riego
Riego de apoyo en septiembre y octubre (si es posible): el fruto está en la fase de engorde y acumulación de aceite. Déficits hídricos en esta etapa reducen la producción final y la calidad.
Ajustar dotaciones según estado del árbol, previsiones de lluvia y disponibilidad de agua.
Nutrición
Aporte foliar de potasio y boro (muy habituales en septiembre-octubre):
El potasio es clave para el llenado de fruto y el rendimiento graso.
El boro ayuda al correcto cuajado de la siguiente campaña.
Revisar análisis de hoja/suelo para decidir otras correcciones.
Poda y sanidad
Revisiones fitosanitarias: controlar plagas clave como mosca del olivo y prays. En septiembre la mosca es especialmente peligrosa para la calidad del aceite (picadas → acidez, pérdida de aromas).
Tratamientos preventivos contra repilo (otoño es época de infecciones si hay lluvias y temperaturas suaves).
Preparación de la cosecha
Planificar fecha de recolección: elegir momento óptimo de maduración (índice de envero) según el objetivo:
Aceite verde temprano → más aromas, menor rendimiento graso.
Cosecha tardía → más aceite, menor calidad organoléptica.
Revisión de maquinaria: vibradores, mantos, remolques, molinos cooperativos. Evita pérdidas de tiempo y mejora el estado del fruto tras la recolección.
En resumen:
Agua + potasio + control de plagas (especialmente mosca) + planificación de cosecha son las claves después de septiembre para sacar un aceite de máxima calidad.
